Valle-Inclán en La Pluma (1920-1923)

Julio Vélez Sainz*

A la memoria de Robert Lima

Foto en blanco y negro de un grupo de personas posando para una foto Descripción generada automáticamente
Fig. 1. Alfonso Sánchez Portela “Manuel Azaña y Ramón del Valle-Inclán en la tertulia de la Cacharrería del Ateneo”, Museo Reina Sofía AS10945

Manuel Azaña y Cipriano de Rivas Cherif, quienes fueran los primeros directores de La Pluma, tuvieron entre sus principales amigos entrañables a Ramón María del Valle-Inclán.

Su relación, afianzada en la tertulia del Regina, agrupaba, como aquella, a un cogollo de escritores que, “sin constituir escuela o capilla aparte” se encontraban unidos. Se pueden entrever múltiples ejemplos de su cariño y afecto mutuo (Esteban, 2022). Entre otros, cuando en los años 30, se conoce públicamente la intención de Valle de irse a México, Manuel Azaña, entonces aún ministro de la Guerra, previo sondeo del interesado, hace gestiones ante el Consejo de Ministros para que se le habilite un cargo que le permita subsistir dignamente. El 2 de septiembre de 1931, el gobierno de la República lo nombra Conservador General del Patrimonio Artístico Nacional, seguido cinco meses después de la dirección del Museo de Aranjuez. Se le encarga la realización, como Museo, del que fue Real Sitio de Aranjuez. En 1930 Valle-Inclán rompió lanzas para que Azaña ocupara la presidencia del Ateneo. Se trataba de un desafío republicano a la dictablanda de Berenguer mientras este procuraba acallar las libres voces de los ateneístas. Fue entonces cuando el propio Valle-Inclán, encabezó (y es muy posible que redactara) un manifiesto dedicado a los socios de la docta casa, proponiendo a Manuel Azaña como presidente. Se trataba de una declaración de testimonio público de admiración. También es significativo que el que podemos considerar último artículo escrito por Valle, el del periódico Ahora de Madrid de 2 de octubre de 1935: “Mi rebelión en Barcelona (Nota literaria)” hable, precisamente de Manuel Azaña[2].

La Pluma concedió al teatro un lugar relevante a través de muy notables artículos tanto académicos como divulgativos, reseñas críticas de estrenos y libros, crónicas sobre la actualidad escénica de otros países, edición de piezas teatrales, semblanzas, etc. De todos los autores de teatro español, sin lugar a dudas, es Valle el predilecto de los dos directores. Como aclara Javier Huerta:

Valle-Inclán el nombre que para Rivas representa el teatro del porvenir, «el escritor más joven de España», llega a decir cuando lee Divinas palabras en el volumen XVII de las Opera omnia; un raro escritor de conciencia para quien «la literatura se confunde con la moral más alta». Por ello, don Ramón es el creador más mimado por la revista. (Huerta, 2023)

La figura de Valle sobrevuela La Pluma entera. En su primer número, junio de 1920, Rivas Cherif comenta El pasajero. Claves líricas y Farsa de la enamorada del Rey. Al respecto de esta última indica:

Este gran don Ramón del Valle-Inclán me inquieta—dijo el gran Darío—. Y la inquietud espiritual, el perpetuo afán de remozamiento, son a nuestros ojos las virtudes cardinales de este a quien no vacilamos en llamar el más joven de los escritores españoles. Ved, si no, lectores de sus últimos poemas y de esta farsa en que la invención de Boccacio cobra una gracia actual, una estilización modernísima de las formas antiguas, ved como a D. Ramón del Valle-Inclán no le sirve la maestría adquirida en una experiencia literaria de cinco lustros, sino de trampolín divino en que apoyar un salto, más parecido cada vez a un vuelo. (La Pluma, 1, 1920, 42)

Las relaciones entre Valle, Azaña, y el fenecido Darío en las páginas de la revista no acabarán aquí. De hecho, es en La Pluma donde aparece el famoso texto “Peregrinación” de Rubén Darío, que el Darío personaje cita en Luces de bohemia. En un artículo reciente, rescatábamos la edición de este poema del nicaragüense y que comparábamos con las ediciones de Aguado y Mundo Latino (2022, 172-174). En la edición de la revista España de 1920 (escena séptima) se lee:

  La ruta tocaba a su fin,

  Y en el rincón de un quicio oscuro,

  Nos repartimos un pan duro

  Con el Marqués de Bradomín. (401)[3]

Se trata de una variante del último cuarteto nonasílabo de “Peregrinación”/ “Peregrinaciones” de Rubén Darío:

  La ruta tenía su fin.

  Y dividimos un pan duro

  en el rincón de un quicio oscuro

  con el marqués de Bradomín. (vv. 59-62)[4]

Este había sido publicado en la obra póstuma (Lira póstuma) de sus obras completas (1919). En estos versos crepusculares se detalla cómo Rubén y Bradomín participan en una peregrinación hacia Compostela en la que se adivina la muerte al fin así como las posturas que toman cada uno de los peregrinos. La cercanía entre Darío y Valle sugiere que fue este último el que le hizo llegar el texto de “Peregrinación” a Azaña y a Rivas Cherif y que Valle aprovechó para que se publicara la obra en la revista.

De hecho, Don Ramón era colaborador habitual de la misma y publica muchas de sus obras en ella. Farsa y licencia de la Reina Castiza aparece en los números 3, 4 y 5; Los cuernos de don Friolera, en los números 11, 12, 13, 14, 15 y Cara de Plata, en los números del 26 al 31. De hecho, la revista llega a dedicar un número homenaje completo a Valle, el 32, en el que colaboran los más señeros colaboradores de entonces. El propio Manuel Azaña realizará un trabajo titulado “El secreto de Valle-Inclán” en el número 32 (1923, 82-89). Fue publicada nuevamente en 1922 y en 1926 en la trilogía Tablado de marionetas para educación de príncipes. Cipriano observa un cambio en la estética percibe un cambio fundamental: “Es ahora, libre de toda preocupación pseudobiográfica, purgado de toda pretensión apocalíptica, cuando el temperamento combativo de Valle-Inclán, quiere plena eficacia artística, fundiendo al cabo en una pequeña obra maestra […] el esteticismo, la estilización […], y la vaga intención moral de después, que viene a concretarse en esta farsa trascendental” (véase Huerta, 2023). No puede ser casualidad que el republicano Azaña publicara esta licenciosa farsa, dirigida directamente a soterrar el reinado de Alfonso XIII, por parte del carlista Valle-Inclán. Aunque, como hemos visto, Azaña reconocía en muchas ocasiones la distancia ideológica que los separaba, en otras no se puede dudar de su cercanía en cuanto a un proyecto común: derrocar las corruptelas de la monarquía entonces vigente. Es el momento de la creación del Teatro de la Escuela Nueva, dirigido por Cipriano Rivas Cherif, que intentaría el estreno de la mencionada Farsa y licencia de la reina castiza, lo que es impedido por la policía. Rivas Cherif intentará fundar el Teatro de los Amigos de Valle-Inclán con este mismo propósito. Cabe pensar que Azaña estaba encantado con la actitud política del escritor gallego y su empeñada lucha contra Alfonso XIII, al que no dejaba de hostigar por todos los medios y en todos los frentes. Toda su capacidad verbal y su histrionismo, que eran muchos, se descargaba contra el Borbón, y estas ingeniosas invectivas valleinclanescas se hacían inmediatamente populares.

  Alfonso, ten pestaña

  Y ahueca el ala,

  Que la cosa en España

  Se pone mala.

y

  ¡Álzate pueblo español

  y cuélgale de un farol!

  ¡Que baile la tarantela

  con toda su parentela:

  desde la reina alemana

  a la Eulalia, cabra hispánica;

  desde el príncipe hemofílico

  hasta Fernando el amílico!

  Desde el infante zancudo,

  estúpido y sordomudo,

  hasta la infanta Isabel.

  ¡Gran cartel!

  ¡Que todos saquen al sol

  la lengua, pueblo español! (cit. en Esteban 2022, 39-40)

También compartirían satisfacciones mutuas en la publicación de Los cuernos de don Friolera. La obra se publicó por primera vez en 1921 en entregas y en 1925 en un único tomo. Se representó un año más tarde en El Mirlo Blanco, el teatro de cámara que los Baroja tenían en el salón de su casa, en el barrio madrileño de Argüelles en la calle Álvarez Mendizábal. En concreto representaron el prólogo y el epílogo en el comedor de Ricardo Baroja. Se vendieron 50 entradas y se escenificaron otras dos obras de los Baroja. El encargado de la dirección fue, claro, Rivas Cherif quien, como aclara Hormigón, “interpreta escondido tras la manta los personajes de los muñecos” (2011, 61). Sergio Santiago, Daniel Migueláñez y M. Serrano indican en su magnífica edición escénica que quedó siempre claro el clima subterráneo de aquella representación[5]. En Adiós a la bohemia, Rivas Cherif recuerda la profunda relación de Ricardo Baroja con las tablas: «Los Barojas son, sin duda, hombres de teatro. Puede que los cómicos y los empresarios acaben por enterarse algún día». Ese mismo año fundarán El Cántaro Roto con la pretensión de llevar la experiencia privada de El Mirlo Blanco al ámbito comercial, programando en el Círculo de Bellas Artes de Madrid obras de Anatole France y Bernard Shaw, entre otros, además de las suyas propias. Fracasará al poco de ser creado por el escaso éxito del público y la poca confianza por parte del programador. El Cántaro Roto representará Ligazón. Auto para siluetas en el «Teatro Fernando de Rojas» del Círculo de Bellas Artes de Madrid se estrenó el 19 de diciembre de 1926.

Como he indicado, Cara de Plata, de la trilogía de las Comedias bárbaras, aparece en los números del 26 al 31. Si bien fue la última de las obras del ciclo galaico en escribirse (catorce años después que la anterior), desde el punto de vista de la cronología narrativa es la que da comienzo a la historia. En ella se ve el conflicto entre el cacique Juan Manuel Montenegro y su hijo pequeño, apodado Cara de Plata. Aquel ha iniciado un enfrentamiento con la iglesia al impedir el paso del abad por las tierras de la familia y secuestrando, de paso, a la que era su ahijada Sabelita. Esta se enamora de Cara de Plata, pero acaba convirtiéndose en amante del padre, lo que hace estallar el conflicto entre ambos. El abad desafía a Don Juan Manuel y este envía a su hijo a combatir al grupo del religioso, en la esperanza de que sucumban sus dos enemigos. En una carta firmada en Puebla del Caramiñal en diciembre de 1922 Azaña le da noticia del envío del final de Cara de plata a Valle: “esas condenadas cuartillas me dieron un poco de jaqueca. Quería en la escena última dar como una intuición de la tragedia con que termina romance de lobos. Y representar el motivo de luces y procesión con que da al principio el romance. Todo ello en un poco [pozo] más bajo, como una simiente llena de posibilidades” (Hormigón 1987, 554). Consecuentemente un importante número de críticos están de acuerdo en considerar la más “esperpéntica” de todas las obras de este ciclo (Greenfield 1968). Está claro que Valle ya está totalmente inmerso en la producción de su particular grotesco y que La Pluma participa activamente de este.

El Número especial de La Pluma de enero de 1923 (año IV, número 32) dedicado a Valle está firmado por gente de primerísima fila: Eduardo Gómez de Baquero, Enrique Díez-Canedo, Ramón Pérez de Ayala, Antonio Machado, Alfonso Reyes, Ramón María Tenreiro, Manuel Bueno, Ricardo Baroja, Corpus Barga, J. Moya del Pino, Jean Cassou, Francis de Miomandre, Jorge Guillén, Ramón Gómez de la Serna, amén de textos de los dos codirectores. El número procuraba abiertamente “situarle en perspectiva de la literatura militante de nuestro tiempo, ver su obra por reflejo en otras mentes, establecer un repertorio de observaciones y de noticias en torno a su persona y a sus escritos” (Azaña y Rivas, 1923, 6). El volumen comienza con un repaso a los géneros literarios de Valle: Eduardo Gómez de Baquero (Andrenio) se encargaba de la prosa en “Valle-Inclán novelista”, Enrique Díez Canedo de su poesía en “Valle-Inclán, lírico”, Ramón Pérez de Ayala de su drama en “Valle- Inclán dramaturgo”. Una segunda sección se centraba en la vericueta vida del gallego: Alfonso Reyes dedicaba atención a sus viajes por el nuevo mundo en “Valle-Inclán y América”, Ramón María Tenreiro hablaba de su terruño galaico en “Valle-Inclán y Galicia”; Corpus Barga se centraba en Francia en “Valle-Inclán en París”. Ricardo Baroja (“Valle-Inclán en el café”) y José Moya del Pino (“Valle-Inclán y los artistas») se enfocaban en las redes literarias de Valle. Ramón Gómez de la Serna habla de “La personalidad fantasmagórica de Valle-Inclán” Cipriano Rivas Cherif, “Más cosas de don Ramón” y Manuel Azaña habla de “El secreto de Valle-Inclán”. Los estudios culminaban con las “Notas” de Jean Cassou. Acompaña a los textos un retrato de Valle por Juan Echevarría y dibujos de Moya del Pino y Vivanco (véanse figs. 2 y 3).

Fig. 2. Juan Echevarría, “Retrato de Valle-Inclán”, La Pluma, 32, 1923, separata entre págs. 16-17.
Fig. 3. Moya del Pino, “[Valle-Inclán] Sin título”, La Pluma, 32, 1923, 64.
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Fig. 4. Vivanco, Valle-Inclán: Fantasmagoria, La Pluma, 32, 1923, 75.

Finalmente encontramos poemas de Antonio Machado, Francís de Miomandre y Jorge Guillén. En una conocida carta a Azaña decía Valle:

Este número de La Pluma que, muy señaladamente la amistad de usted y de Cipri me ofrece, me ha consolado y entristecido. Los muertos deben sentir una emoción semejante al oír los responsos que aquí, en este mundo, les cantan. Pero antes de los responsos es el tránsito. Hay que morir para oír esas voces. Yo sentía algo de necrológico leyendo este número de La Pluma. Solo usted se encara con un hombre vivo y descubre su dolor y su drama. Pero los más cuentan historias de un tiempo tan lejano, que, de verdad, me parece un muerto aquel de quien hablan. Un muerto y un ajeno. ¡Dios les haya perdonado! (Hormigón 1987, 554-55)

Manuel Azaña habla de “El secreto de Valle-Inclán”: la multiplicidad creativa. Azaña destaca que se trata de un hombre “más que violento, explosivo”. Es esta explosividad la que le permite formar no uno, sino muchos personajes alrededor de su persona:

Es tan prodigiosa su facultad de personificar, de formar criaturas exentas, que los defectos y las cualidades de su carácter se han convertido en otros tantos personajes, con físico, actitudes y hasta vocabulario diferentes. Hay un Valle-Inclán colérico y otro maldiciente; hay un Valle-Inclán arriscado, temerario, y otro piadoso y recoleto. (1923, 84)

Esta división explosiva marca, para Azaña, la genialidad de un autor capaz de llegar a los extremos. Pero el análisis de Azaña no (o no solo) es el de un erudito que se sienta a leer a su autor favorito (o a contemplar sus obras en las ocasiones que tuvo) sino el del amigo que se encuentra con un personaje casi de fábula hasta el punto de que:

Alguna vez, yendo a encontrarme con Valle-Inclán, me he preguntado a cuál hallaría de los varios que existen. Rebozado en la capa, a paso largo remonta la calle de Alcalá: prestancia de caballero, cortesana desenvoltura, correspondientes a cierta manera de coloquios livianos, donde Valle-Inclán acostumbra a tratar prolijamente de algunas superficialidades (de esgrima, de caza, de linajes), con la afectación frívola, la superioridad negligente de quien no hallase para la vida mejor empleo. (1923, 84-85)

Azaña, fino analista humano, define a Valle a partir de su habitus, del conjunto de comportamientos sociales que emanan de su contexto. Tras todas estas posturas yace un secreto profundo, que Azaña identifica con un hondo dolor.

En cuerpo, sin la envoltura prestigiosa de la capa, tan flaco, tan escueto como parece por la manquedad, se deja ver el poeta ascético, macerado por tantos rigores, y por las privaciones voluntarias. Valle-Inclán es el mayor enemigo de sus carnes. No duerme, pudiendo dormir; no come, teniendo qué. Diríase que el sufrimiento lo exalta. Bajo tal especie, Valle-Inclán se acerca más al ser doliente que hemos entrevisto en su recatada intimidad. (1923, 85)

Ya en su sagaz artículo aparecido en La Pluma, Azaña apuntaba la “voluntad de justicia” de Valle-Inclán, situado “en la extrema oposición” desde la que arremetía contra “la jerarquía social porque está corrompida”.

Como vemos, el texto que le dedica Azaña a Valle refleja perfectamente varias de las obsesiones con juntas de ambos: una honda preocupación por el estado en el que se encuentra la triste España de su época, una crítica a las instituciones que lo sustentan, aunque cada uno desde una perspectiva política distinta (republicanismo y carlismo), un gusto por una estética compartida que permitan la crítica ideológica a esa España francamente mejorable y una entrañable y profunda amistad que lleva a convertir a Valle en el autor de referencia de la revista, uno de los proyectos de creación y pensamiento más interesantes de su momento.

Bibliografía

Azaña, Manuel, “El secreto de Valle-Inclán”, La Pluma, 32, 82-89, 1923.

Azaña, Manuel y Cipriano de Rivas Cherif, “Dos palabras que no están de más”, La Pluma, 1, 1920, 1-2.

———.“Dedicatoria”, La Pluma, 32, 1923, 5-6.

Dougherty, Dru, «El segundo viaje a México de Valle-Inclán: una embajada intelectual olvidada», Cuadernos Americanos, XXXVIII, 2, 1979, 137-176.

———. «Dos cartas inéditas de Valle-Inclán a Azaña», Ínsula, XXXVI, 419, octubre 1981, 1 y 12.

———. Un Valle-Inclán olvidado: entrevistas y conferencias. Madrid: Fundamentos, 1983.

———. «Nuevas cartas inéditas de Valle-Inclán a Azaña», Revista de Occidente, 59, abril 1986a, 29-39.

———. «Valle-Inclán ante el teatro clásico español: una entrevista olvidada», Ínsula, 476-477 julio-agosto 1986b, 1 y 18.

———. «Del epistolario de Valle-Inclán: tres cartas inéditas», Leer a Valle-Inclán en 1986, Hispanística XX, Centre d’études et de recherches hispaniques du XXe siècle: Université de Dijon, 4, 1987, 245-250.

Esteban, J., “Una verdadera amistad: Valle-Inclán y Azaña”, Cuadernos Republicanos, 106, 2022, 33-41.

Greenfield, S. M., Cara de plata: The Esperpentic Version of the Comedias Bárbaras”, Ramón del Valle-Inclán. An Appraisal of His Life and Works, ed. A. N. Zahareas, Nueva York, Las Américas, 1968, 584-597.

Hormigón, Juan Antonio, Valle-Inclán: Cronología. Escritos dispersos. Epistolario, Fundación Banco Exterior, Madrid, 1987.

———. “Representaciones en vida de Valle Inclán”, ADE Teatro: Revista de la Asociación de Directores de Escena de España, 137, 2011, 20-86.

Huerta, Javier, Del Teatro en La Pluma, o Cipriano Rivas Cherif”, La Pluma, revista de creación y pensamiento, 2023, URL: enlace.

Rivas Cherif, Cipriano de, Retrato de un Desconocido: Vida de Manuel Azaña: Seguido por el epistolario de Manuel Azaña con Cipriano de Rivas Cherif de 1921 a 1937, Barcelona, Grijalbo, 1980.

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Valle-Inclán, Ramón María del, Teatro (Farsas y esperpentos), eds. Instituto del Teatro de Madrid [Daniel Migueláñez, M. Serrano y Sergio Santiago], Madrid, Verbum, 2021.

Vélez Sainz, Julio, “Rubén Darío en Luces de bohemia: intertextualidad, cita y alusión (con una edición de “Peregrinación”)”, Cien años de luces. en torno al centenario de la publicación de Luces de bohemia (1920-2020), ed. Sergio Santiago, Madrid, Iberoamericana, 2022, 149-174.

  1. Este trabajo se inserta en los objetivos investigadores del Instituto del Teatro de Madrid y el Seminario de Estudios Teatrales (UCM, 930128).
  2. Su relación ha contado con numerosos asedios entre los que destacan los trabajos de Dru Dougherty (1979, 1981, 1983, 1986a, 1986b y 1987), José Antonio Hormigón (1987) y Javier Serrano Alonso (2003).
  3. Cito de la edición del Instituto del Teatro de Madrid (2021). En la revista España aparece en el número 281 (18 de septiembre de 1920, 18).
  4. Citamos de nuestra propia edición, que situamos en Vélez-Sainz, 2022.
  5. En 1930 Valle-Inclán la incluyó en el volumen Martes de Carnaval, trilogía de esperpentos que integraba, además, Las galas del difunto y La hija del capitán.

Este proyecto de recuperación de las dos primeras épocas de la Revista La Pluma (1920-1923, 1980-1982) ha sido posible gracias a la Subvención de concurrencia competitiva actividades Memoria Democrática en su convocatoria del año 2021 ("La Pluma, tercera época", 043-MD-2021).

Revista editada en Madrid por Teatrero del ITEM.
Registro Legal: M.17304-1980
ISSN(e): 3020-4062