El final del sujeto y la muerte del intelectual
“Nuestra crisis histórica no es sólo una recesión financiera”, afirma el autor. Es la consecuencia de una guerra global indefinida cuyo objetivo estratégico son los centros de extracción petrolífera, los centros de concentración acuífera, y las regiones productoras de minerales estratégicos y de biodiversidad. En definitiva, afirma Subirats, es la consecuencia de un desarrollo económico incapaz de definir un equilibrio social y ecológico globales, e incapaz de concebir un orden político mundial basado en la igualdad de las naciones y los pueblos. La última consecuencia de este proceso civilizatorio es la “geopolítica del hambre”. Solo hay una forma de poner fin a este ciclo destructivo: refundar los derechos humanos a partir de aquellos vínculos sagrados con la tierra que garantizan su supervivencia.
- Koyaanisqatsi: situación terminal de desintegración de lo real
EL SUFRIMIENTO y la desesperación ligados a las crisis que habitamos han sido trivializados hasta su desfiguración. Crisis management se elevó, ya hace tres décadas, a categoría administrativa de las catástrofes naturales y sociales que jalonan el progreso de la civilización industrial. Los posts, coreados con la arrogancia esnobista de quien anuncia commercial insurance products, han coronado el oportunismo y la irresponsabilidad intelectuales frente a una situación histórica mundial que ni social, ni ecológica, ni económicamente es “sustentable” –por citar otro significante vacío propagado por las industrias de la comunicación–.
Es necesario recordar lo que todos sabemos: nuestra crisis histórica no es sólo una recesión financiera. Es la consecuencia de una guerra global indefinida que primero se llamó guerra contra el terrorismo, hoy se denomina guerra de Ucrania y mañana explotará en alguna parte del mundo, pero cuyo objetivo estratégico son los centros de extracción petrolífera, los centros de concentración acuífera, y las regiones productoras de minerales estratégicos y de biodiversidad. Y es la consecuencia de un desarrollo económico incapaz de definir un equilibrio social y ecológico globales, e incapaz de concebir un orden político mundial basado en la igualdad de las naciones y los pueblos. Sus monumentos tecnológicos y militares marchan a la vanguardia de un proceso destructivo que afecta a las formas históricas de vida de millones, al equilibrio entre el desarrollo humano y la naturaleza, y a la supervivencia de la Humanidad.
Millones de desplazados por conflictos armados, la destrucción corporativa de economías locales y las catástrofes naturales industrialmente inducidas; masas de material humano volatilizadas en las estadísticas de las migraciones ilegales que alimentan los renovados campos industriales y penitenciarios de trabajo semiesclavo, y esclavo, y letal; cientos de miles de víctimas mortales de variadas estrategias militares y paramilitares, y de armas de destrucción masiva y destrucción selectiva y, finalmente, una pandemia que ha ocasionado millones de muertos… La última consecuencia de este proceso civilizatorio es la “geopolítica del hambre” –por recordar una de las obras más importantes de la antropología política del siglo XX, borrada de nuestras memorias: Geopolitica da fome, de Josué de Castro. La última consecuencia de este proceso regresivo es la de mil millones de humanos agonizando por desnutrición y contaminación ambiental en los slums y favelas del capitalismo industrial periférico. La destrucción de instituciones educativas, la manipulación y control mediáticos, y la degradación del sistema democrático global a un bipartidismo inmune a los dilemas civilizatorios del hambre, el calentamiento global y la continua expansión de las guerras coronan este único Global Order y el único e imperturbable destino de la World History.
Trümmer auf Trümmer,[1] –“ruinas sobre ruinas”– fue la metáfora de la regresión histórica de la humanidad que la conciencia europea formuló a las puertas de los waste land de la Segunda guerra mundial. Esos paisajes de destrucción se extienden nuevamente ante nuestra mirada mediáticamente cegada.
En la mitología del pueblo hopi el concepto koyaanisqatsi designa una situación terminal de desintegración de lo real que, en primer lugar, afecta al orden ético de la comunidad, pero comprende asimismo la interrupción de los ciclos de reproducción de la naturaleza, y cuyas últimas consecuencias actúan destructivamente sobre la humanidad entera. Koyaanisqatsi significa un desequilibrio ontológico radical concebido desde un punto de vista a la vez cósmico y espiritual, bajo cuya influencia el humano acaba destruyéndose a sí mismo.[2]
- El arresto domiciliario de la inteligencia humana
FRENTE A ESTE PAISAJE se han levantado escenarios arquitectónicos de dimensiones colosales, deslumbrantes eventos electrónicos de la política global y paraísos digitales y financieros: el espectáculo postmoderno. Bajo su bandera se han proclamado triunfalmente el final del sujeto, el último libro y el último cuadro, y la muerte del intelectual. La denuncia del “rencor contra el desarrollo del cerebro humano” y de la “denegación voluntaria” de aquellos valores espirituales que pueden hacer “humano al humano”, que Thomas Mann levantó contra las elites del fascismo europeo en 1934[3], debe dirigirse hoy contra el “final del humano” –la contraseña que sanciona la complicidad oportunista de la academia postmodernista con el arresto domiciliario de la inteligencia impuesto por los medios de comunicación, la colonización comercial de la cultura y su propia censura epistémica: You know nothing, you see nothing, you remember nothing[4]–.
- La complicidad postmodernista
EL POSTMODERNISMO NO HA SIDO UNA FILOSOFÍA. Tampoco una ideología en el sentido en que aplicamos esta palabra al marxismo del siglo XX o al positivismo del siglo XIX, con el propósito de distinguir sus vínculos sociales y políticos. La fascinación postmodernista por las tecnologías digitales, por la performatización de la política, de la historia y de la existencia humana, por la opulencia de sus simulacros financieros, y su celebración de microconocimientos, microintelectuales y micropolíticas han definido rigurosamente el brand mark “postmodern” como una teología política de la renuncia.
El postmodernismo ha renunciado a las teorías críticas; ha abrazado el destino de una última conciencia intelectual; ha anunciado la abolición de la filosofía, del arte y de la resistencia política; los postmoderns han celebrado postsujetos, posthistorias, postpolíticas y posthumanos; y se han identificado con un proyecto corporativo de redefinición semiótica de identidades culturales y especies biológicas, del espectáculo democrático y de la propia conciencia humana, junto a su empaquetamiento comercial y su manipulación mediática.
No ha sido una filosofía. Por el contrario, ha sido su renuncia. Su punto de partida fue la negación de la filosofía como esclarecimiento. Llamo esclarecimiento (Aufklärung o enlightenment)[5] a aquellas figuras del pensamiento filosófico, místico y mitológico de la historia de la Humanidad que han promovido la autonomía de la reflexión racional (Averroes o Kant), las filosofías de la luz (Shurawardi, Ibn Arabi), y el desarrollo de las artes y las técnicas con una finalidad filantrópica, insubordinada a su apropiación corporativa y a su utilización genocida (Prometeo encadenado, de Esquilo).
Pero el postmodernismo confundió la crítica de la Aufklärung y el Enlightenment históricos, sumariamente identificados con panópticos, el absolutismo imperial moderno, y el poder de la razón instrumental y colonial, con otra cosa. Confundió el positivismo de Comte y el tecnocentrismo del descubrimiento de la luz eléctrica de Franklin a Edison con el fuego sagrado de la reflexión y rebeldía titánica contra la opresión. El postmodern ha identificado fatalmente la Dialektik der Aufklärung con el abandono de la tradición esclarecida, a la vez religiosa y filosófica de los Vedas o el Islam, y de la Aufklärung o Les Lumières históricas, cuyo propósito era emancipar la vida humana de la servidumbre, la injusticia y la desigualdad.
De ahí su ambigüedad, su embelesamiento manierista, su culto del laberinto y del espectáculo, su seducción por los artificios, sus retóricas del hibridismo y travestimiento, su ilimitado narcisismo, todo eso reúne el “movimiento” postmodernista tanto en la arquitectura, con la que nació el eslogan mediático del postmodern, como en la política del espectáculo que define la cultura decadente de Occidente. Se han llamado post-modernists. Han prometido la felicidad a cambio de echar por la borda las filosofías de la libertad, de Kant a Emerson, y las teorías críticas, de Marx a Mumford, como un lastre inútil. Se han abrazado a los microdiscursos y las micropolíticas. Se han definido como microintelectuales. Su oportunismo ya anunciaba, hace tres décadas, el presente colapso de la inteligencia frente a los paisajes de guerra, corrupción y miseria que presiden el amanecer del nuevo milenio.
El enclaustramiento académico de la dialéctica negativa no ha tenido efectos menos nocivos. Ha segregado en los campus y en sus vigiladas intertextualidades una retórica epistemológicamente inmune a todo posible contacto con la realidad existencial y política. E instrumentaliza sus narrativas y discursos en la pragmática corporativa: scripts de guerras humanitarias, banderas feministas de invasiones coloniales, genocidios por la democracia o la destrucción de empleo de decenas de millones como sacrificio redentor de los mercados.
- Esclarecimiento del Esclarecimiento
DESDE SUS ORÍGENES la teoría crítica ha puesto de manifiesto la naturaleza sacrificial de la racionalidad civilizatoria. Marx demostró que la lógica acumulativa del capitalismo se asentaba sobre un principio sacramental de transfiguración de la creatividad humana en un valor monetario. Nietzsche descubrió el origen de la moral en la conciencia sacrificial cristiana y en la culpa como su fundamento nihilista. Freud reveló la raíz totémica de la razón patriarcal. En la saga homérica de Odiseo y las sirenas, Horkheimer y Adorno pusieron de manifiesto la mutilación espiritual subyacente a la razón industrial y el sujeto capitalista; y en el principio de repetición del induccionismo empírico-crítico desvelaron el fundamento racional que operaba los genocidios industriales modernos.
Todas estas miradas convergían en un mismo vértice: la economía política capitalista, la epistemología instrumental de la edad industrial, la secularización de la concepción providencial de la historia en los idearios del progreso. El corolario de esta crítica del Enlightenment fue su desmantelamiento en Les mots et le choses de Foucault bajo el gran significante futurista de la muerte del humano y el final de la filosofía.
Foucault trazó la última consecuencia de la degradación del Enlightenment a una lingüística positivista y una racionalidad instrumental. Señaló el final de una edad histórica y un concepto de civilización que se había fundado en las ciencias y artes de la Encyclopédie, en la democracia de los Founding Fathers de los Estados Unidos de Norteamérica y en la declaración universal de los Rights of Man. Anunció el final de la modernidad. Y el post-modern como edad terminal.
Que vivimos en una edad terminal no es hoy un concepto, como lo fue en la última postguerra tras la Segunda Guerra Mundial, cuando lo formuló Günther Anders[6]. Es una percepción banal y cotidiana. Pero ese final no significa la fatal clausura de la reflexión. No es el final del esclarecimiento como voluntad de resistencia y emancipación.
En la primavera de 1975, Klaus Heinrich inauguraba sus lecciones en la Freie Universität de Berlin bajo el título: Aufklärung in den Religionen –Esclarecimiento en las religiones–. Su leitmotiv lo resume una de sus frases introductorias: “El esclarecimiento es tan antiguo como el género humano. Y tan amenazado como este”. Su punto de partida: “Prometeo, esclarecedor par excellence”[7].
Frente a la deconstrucción del proyecto político emancipador ligado a la Aufklärung y el Enlightenement históricos, frente a esta misma deconstrucción que ha decantado a la academia postmodernista hacia un oportunismo conservador con narrativas de izquierda, este Proyecto Prometeico plantea el esclarecimiento filosófico de los límites del esclarecimiento histórico y la renovación de la teoría crítica.
Quiero subrayar dos aspectos elementales de esta renovación: Uno: el vínculo transparente entre las technai civilizatorias creadas por Prometeo como héroe cultural y su philanthropia; en otras palabras, el valor de la técnica como medio de emancipación humana; no la corrupción de la tecnología como instrumento de destrucción y dominación de los pueblos y contaminación de la biosfera. Dos: la rebelión filantrópica contra aquel poder patriarcal y corporativo representado por Zeus y opuesto violentamente a la preservación biológica y civilizatoria de Gaia (Coatlicue o Pachamama), la Madre Tierra y “madre de todos”[8].
- Ecología política de la democracia
EL GREAT DIVIDE que señala el nacimiento del siglo XXI no son las realidades virtuales generadas a partir de las redes electrónicas que conectan antenas, satélites y computadoras. No es el global village. Tampoco el orden hiperreal de objetos virtuales, eventos electrónicos, redes intertextuales y controles digitales sobre la existencia humana ligados a las nuevas administraciones y tecnologías de la comunicación. Esos fueron solamente los últimos eslóganes neofuturistas del siglo pasado. Los dilemas que distinguen nuestra condición histórica en el siglo XXI son el calentamiento global, la destrucción industrial de los ecosistemas y sus inmediatas consecuencias humanas: el hambre, la miseria y la violencia world wide.
Es ostensible que las administraciones globales son ciegas, cuando no cómplices, ante las últimas consecuencias catastróficas inscritas en esta regresión biológica y civilizatoria. Pero también es preciso subrayar que la crisis derivada de este proceso autodestructivo no afecta solamente a políticos y políticas globales. Es una crisis de legitimidad del propio paradigma baconiano/newtoniano de la razón instrumental. Y es una crisis civilizatoria.
El progreso tecnocientífico de la civilización global está fundado en dos categorías originalmente formuladas en la Instauratio Magna de Francis Bacon: productio y potentia. Ambas son categorías mitológicas ligadas, respectivamente, a la fertilidad de la Madre Tierra y al poder sexual masculino de fecundarla. Pero en la civilización industrial ambas categorías han adquirido el significado reductivo de la productividad capitalista y la potencia militar. En la era del global warming y el global war esta racionalidad tecnocientífica pone ostensiblemente en cuestión la supervivencia del género humano.
La única alternativa a su lógica suicida es restablecer aquel vínculo de filiación de las technai con el humano y con la tierra que definía la filantropía prometeica. Esta redefinición filantrópica de la tecnociencia presupone necesariamente la reflexión crítica de sus desarrollos y usos destructivos. La redefinición filantrópica de la tecnociencia comprende la creación de una relación armónica del humano con sus hábitats naturales y culturales. Esta redefinición filantrópica de las technai y el conocimiento comprende, no en último lugar, refundar los derechos humanos a partir de aquellos vínculos sagrados con la tierra que garantizan su supervivencia.
La última consecuencia del nuevo esclarecimiento es la reconfiguración de democracia. Vandana Shiva lo ha formulado bajo un concepto elemental: “Earth Democracy”. No una democracia performática sustentada sobre las estrategias financieras de representación parlamentaria y sus inmensos aparatos de propaganda. Por el contrario: una democracia económica, una democracia fundada en people’s creativity, intelligence… self-organization and self-rule. La democracia de los pueblos que se remonta al swaraj reivindicado por Mahatma Gandhi[9].
Esta concepción humanizada de democracia se opone a los monocultivos mediáticos y académicos de la inteligencia. Opuesta a los monopolios corporativos de la biodiversidad. Una democracia vinculada a la preservación de las memorias culturales y la evolución autónoma de las especies. Un nuevo esclarecimiento del humano humanizado.
Bibliografia
Anders, Günther, Die Antiquiertheit des Menschen, Munich, C.H. Beck’sche Verlagsbuchhandlung, 1956.
Benjamin, Walter, Über den Begriff der Geschichte, B. J., Ges. Sch., Frankfurt an Main, Suhrkamp Verlag, 1974.
Eliot, T. S., The Waste Land, Nueva York, Norton Co., 2001.
Esquilo, Aeschylus. Persians. Seven against Thebes. Suppliants. Prometheus Bound, ed. y trad. Alan H. Sommerstein, Loeb Classical Library 145, Cambridge, Massachusetts [USA], Harvard University Press, 2009.
Heinrich, Klaus, Aufklärung in den Religionen, Frankfurt a. M, Stroemfeld/Roter Stern Verlag, 2007.
Malotki, Ekkehart, (ed.), Hopi Tales of Destruction, Lincoln/Londres, University of Nebraska Press, 2002.
Mann, Thomas, Gespräch in Briefen, Karl Kerényi, Zurich, Rhein Verlag, 1960.
Shiva, Vandana, Earth Democracy. Justice, Sustainability, and Peace, Cambridge, Massachusetts [EEUU], South End Press, 2005.
[1] Walter Benjamin, Über den Begriff der Geschichte (B. J., Ges. Sch., Frankfurt a.M: Suhrkamp Verlag, 1974) vol. I-2, p. 625.
[2] Ekkehart Malotki (ed.), Hopi Tales of Destruction (Lincoln, London: University of Nebraska Press, 2002), pp. 124 y ss.
[3] Thomas Mann – Karl Kerényi, Gespräch in Briefen (Zürich: Rhein Verlag, 1960) p. 42 (20/2/1934).
[4] T. S. Eliot, The Waste Land (New York: Norton Co., 2001) p. 9.
[5] No existe una palabra adecuada en las lenguas hispánicas para verter el concepto filosófico y científico de Enlightenment o Aufklärung. Su corriente traducción por la voz “ilustración” carece de referente histórico, puesto que las culturas hispánicas no han experimentado una reforma científica y filosófica propia que pueda compararse a la “revolución copernicana” o el escepticismo de Hume, a la Encyclopédie de Diderot, o la filosofía crítica de Averroes o Kant. Por lo demás, la palabra “ilustrar” significa adiestrar, aleccionar e incluso catequizar, y se la puede relacionar con los verbos exponer y dilucidar o explicar, pero no puede identificarse con iluminar, ni en un sentido físico, ni místico, ni científico, ni metafísico. Etimológicamente se relaciona más bien con dar lustre y esplendor a una cosa, lo que no significa necesariamente iluminarla, ni mucho menos esclarecerla. Enlightenment, por el contrario, no sólo es un concepto filosófico y científico rigurosamente definido en las culturas anglosajonas, sino que está asociado etimológicamente con los fenómenos físicos de luz, y también del poder y la energía míticos, asociados con el rayo solar y el relámpago. Light, lightening y enlightenment son palabras mitológica, simbólica y tecnológicamente asociadas, como ha mostrado Danielle Carlo. El concepto de Aufklärung está intrínsecamente ligado, además, a la autonomía del intelecto humano con respecto a los poderes del estado y a los dogmas de las iglesias. Este principio de autonomía siempre ha sido rechazado en las culturas de habla hispánica. Por esta razón es preciso adoptar la palabra portuguesa para esta figura del pensamiento reflexivo y emancipador, o sea el “esclarecimento”, mitológicamente asociada al ideal apolíneo de la claritas y a los cultos solares del renacimiento y las culturas orientales, y afín al significado semántico y verbal de la voz “Aufklärung”.
[6] Günther Anders, Die Antiquiertheit des Menschen (München: C.H. Beck’sche Verlagsbuchhandlung, 1956), vol. I, p. 219.
[7] Klaus Heinrich, Aufklärung in den Religionen (Frankfurt a. M.: Stroemfeld/Roter Stern Verlag, 2007) pp. 8 y 128.
[8] Esquilo, Prometeo encadenado, ed. A. H. Sommerstein, 875.
[9] Vandana Shiva, Earth Democracy. Justice, Sustainability, and Peace (Cambridge, Mass: South End Press, 2005) pp. 71, 74.
* Eduardo Subirats estudió en el Paris y Berlín de los años setenta. Ha sido profesor de filosofía, arquitectura, literatura y teoría del arte y la cultura en São Pablo, Barcelona, Caracas, Madrid, México y Princeton