Es preciso abortar la globalización

Eudald Carbonell*

La única forma en que la especie humana puede prosperar y tener porvenir es abortando la globalización, sentencia el autor. La uniformización y la necesidad de obtener materias primeras a un ritmo trepidante, destruyen el planeta, ponen en cuestión nuestra forma de organización y delatan nuestra falta de consciencia como especie. El pensamiento único, que es el crecimiento económico, es una gran fatalidad, porque pone de relieve nuestra inmensa capacidad destructiva, nuestra especialización en hacer el mal. “Se trata de progresar como especie y no de desarrollarse más;—dice Carbonell—necesitamos una sociedad del pensamiento que sustituya una prehistórica sociedad del conocimiento”.

Como especie inteligente que somos hemos de proponernos la planetización. Un objetivo posible si somos capaces de converger como humanos en el desarrollo de una evolución responsable y un progreso consciente.

Si nos marcamos el camino de incremento de la diversidad en el marco del incremento de sociabilidad humana estaremos resolviendo los problemas más acuciantes que ahora mismo tiene el Homo sapiens.

Porque nos acercamos rápidamente a una situación de colapso. Nuestra especie ha evolucionado rápidamente en el marco de la socialización de la tecnología. Nuestra capacidad y entendimiento de las leyes del Universo nos han impedido aplicar estas a la producción y reproducción de nuestro sistema.

El sistema Tierra continúa evolucionando y el sistema humano, nacido en su seno, se ha desarrollado de manera exponencial. Pero no estamos sincronizados y esto es una mala noticia para los especímenes humanos. El medio natural, por su parte, se muestra parsimonioso y las leyes de la termodinámica ajustan el sistema para que continúe funcionando. Esa búsqueda de equilibrio es constante y esto permite la biocenosis en el planeta.

Pero nuestro medio, el medio histórico, está acelerado, de manera que a duras penas podemos ir metabolizando los cambios que introducimos en nuestro sistema, que ya tiene efecto en el medio natural. Nuestro sistema, el sistema humano, tiene que encontrar equilibrio, su propio desarrollo y de esta manera evitar males mayores. Se trata de progresar como especie y no de desarrollarse más. Necesitamos una sociedad del pensamiento que sustituya una prehistórica sociedad del conocimiento.

Para conseguir llegar a esta meta debemos de realizar ajustes estructurales y sistémicos; en otro caso, corremos el riesgo de colapsar e iniciar un ciclo autodestructivo. Un ciclo de dolor, de impotencia y de debilidad humana.

Para poder prosperar y tener porvenir, lo primero y más importante es abortar la globalización. Probablemente, el problema de mayor envergadura que ahora mismo tenemos los humanos en el planeta. La globalización está teniendo efectos negativos en la adaptación de nuestra especie, que ahora se están mostrando abiertamente.

Este sistema basado en la uniformización humana y, como consecuencia, en la pérdida exponencial de diversidad, nos condena a un futuro incierto. Esta globalización no soluciona los problemas que tenemos para la supervivencia. No soluciona los problemas que ella misma genera. Más bien al contrario, está haciendo que exista una gran distancia entre los especímenes humanos de los distintos países, de manera que no existe una distribución equitativa de energía en el sistema humano. A la vez, aceleramos cambios en el medio natural que no nos favorecen como especie. El cambio climático al que nuestro desarrollo esta contribuyendo pone en peligro la humanización.

La uniformización y la necesidad de obtener materias primeras a un ritmo trepidante ponen en cuestión nuestra forma de organización. Efectivamente, los efectos perniciosos de la uniformización y la pérdida de diversidad son un desastre. El pensamiento único, que es el crecimiento económico, está poniendo de relieve nuestra inmensa capacidad destructiva.

La pérdida de culturas, de lenguas y de conocimiento social propio de la diversidad humana, nos conduce hacia el caos en el caso que la tecnología no sea bien socializada y no nos sirva para integrar esta diversidad. Los conocimientos que hemos adquirido en el proceso evolutivo desde la Prehistoria nos permitían adaptarnos a cualquier circunstancia y espacio planetario, cada comunidad con sus capacidades y conductas adaptativas.

Ahora, en aras del bienestar, lo estamos destruyendo todo. Así funciona la globalización y es por ello que hemos de cambiar nuestra forma de adaptación, a través de nuevas adquisiciones que nos hagan capaces de sobrevivir y generar equilibrios dentro de nuestro sistema, el humano y el de la Tierra.

La planetización tiene relación con todo ello y nos compromete a un incremento de diversidad y de la sociabilidad, basado en la racionalidad energética y en la cooperación para conseguir un progreso consciente, solamente compatible con un equilibrio energético entre los especímenes humanos, tanto a nivel personal como territorial.

Debemos ser capaces de socializar nuestra consciencia crítica de especie utilizando la consciencia operativa, en este esfuerzo de humanización responsable y consciente. Por lo tanto, abortar la globalización es fundamental para esta andadura que proponemos.

Pero ¿cómo hacerlo? En primer lugar, usando un instrumento social humano que tiene un gran potencial de subsistencia y mejoramiento humano: la cooperación y complementariedad de especie.

Necesariamente para llevar a cabo esta labor es inevitable prescindir de los líderes en este proceso. Probablemente mantener en nuestra andadura evolutiva a los líderes como guías de la Humanidad es lo que peor ha contribuido a mantener la selección cultural. La selección cultural debería haber contribuido a su extinción.

Efectivamente, los comportamientos subsidiarios y dependientes no ayudan a una individualidad colectiva, sino que nos llevan al individualismo y a la fragmentación. No tenemos que colectivizar a las personas sino solamente los medios de producción para evitar estas desigualdades.

La destrucción de las jerarquías debe llevar de la mano la construcción de las voluntades colectivas con consenso, eliminando este comportamiento de primates poco evolucionados que aún mantenemos como especie poco desarrollada. Somos humanos con una gran inteligencia, pero aún sin una consciencia de especie. Y desarrollar nuestra consciencia operativa es fundamental si queremos que los deseos se conviertan en realidades sociales y las distopías no ocupen el lugar de las utopías.

Un mundo sin líderes debe estar acompañado de una sociedad en la que la discriminación entre machos y hembras no tenga lugar. La feminización de la especie es una de las cuestiones más importantes a tener en cuenta en la construcción de una especie con conciencia crítica.

La planetización debe contribuir de manera clara al equilibrio ecosocial de nuestra especie antes que sea demasiado tarde. Un humanismo de tipo tecnológico basado en la conciencia crítica de especie puede que sea un principio de esperanza para nuestra Humanidad, que está entrando en un cuello de botella evolutivo.

Evolucionar en el marco de un progreso consciente probablemente sea la única manera de construir nuestro futuro. Una especie que mejore socialmente a la vez que lo hace desde una perspectiva de cambio y transformación de ella misma.

Bibliografia

Carbonell, Eudald, El nacimiento de una nueva conciencia, Barcelona, Now Books/Ara libres, 2007.

Carbonell, Eudald, El porvenir de la Humanidad, Barcelona, RBA, 2022.

* Eudald Carbonell es prehistoriador, arqueólogo, antropólogo, geólogo y paleontólogo, autor de numerosas publicaciones, co-director del yacimiento de Atapuerca y académico en la Universitat Rovira i Virgili y el Institut Català de Paleoecología Humana.

Revista editada en Madrid por Teatrero del ITEM.
Registro Legal: M.17304-1980
ISSN(e): 3020-4062